sábado, 9 de agosto de 2008

La noche

Como quisiera yo hablarle a la noche si me contestara, pero el silencio que es mudo, no puede expresar lo que la noche quisiera manifestar, porque no fue instruida a tiempo.
Oh noche, que bella te pondrías si tú hablaras, tus ojos como dos huecos profundos, son más oscuros que el mismo abismo y los apreciaría si al hermosearse me dieran luz, para aquilatar lo que llevan por altar, si trataran de meditar desde más adentro.
Y si abrieras tu boca sedienta como manantial sin agua, no sabrías que decir y por tu terquedad, al no saber qué dar, sólo te queda fingir, para aparentar lo que te hace tartamudear.
Oh noche, como desearía yo que amanecieras con la luz mía y tu compañía ya no sería la penumbra sino la otra, la que alumbra, la que sabe hablar y la que te puede ayudar a caminar.
Y como algo mágico, quitando todo lo trágico, te levantarás y me llamarás día, cuando me reconozcas como tu mejor compañía.

Soledad, triste soledad

¡Soledad, triste Soledad! Por qué tuviste que escoger la vida del desierto, donde no hay luz que te pueda alumbrar, ni agua para que puedas saciar la melancólica sed que llevas por dentro. Y por no poder comunicarte con todo caminante, sufres el flagelo del silencio que da el infierno, donde se llora y se rechina el diente y nadie escucha ni entiende.
¡Soledad, triste Soledad! Ahora sólo te queda llorar, porque a tiempo no pudiste apreciar el beso que te daba el corazón y tú sin creer lo que éste te ofrecía, te embriagaste con tu propio veneno, al sentirlo ajeno.
¡Soledad, triste Soledad! Como quisiera que tu tristeza alargue su mano, para que te arranque el vestido de miseria, el que te avergüenza y hace que no puedas apreciar tu verdadero sentimiento, para que te devuelva la hermosura que un día tuviste por figura.
¡Soledad, triste Soledad! Pero cuando te alumbre alguna estrella, verás el equivocado camino que te dio este funesto destino, que calló inhumanamente al no sellar en tu mente, la verdadera identidad que te iba a dar la vida, si la hubieses vivido con seriedad, ho­nestidad y con la confianza de poder levantar la cabeza, por haber adquirido espíritu de entereza. Pero cuando te llegue la luz dejarás de llorar, interpretando cada actitud de todo errado pensamiento y no entristecerás ni siquiera cuando alguien te abrace, sin comprometer su sentimiento.
¡Soledad, triste Soledad! Ahora que me escuchas con gran atención, porque deseas ser mi amiga, sería mejor que cambiara tu parecer, porque sino ya no habrá nadie que te diga ¡mira, ahí va la alegría! y no me podrás ver, si insistes en cubrirte con lo mismo. Pero cuando te llenes con la luz del día, entonces sabré que así lo hiciste, porque hay momentos que meditar contigo se desea, como muchas cosas más.
¡Soledad, triste Soledad! Ahora sólo te queda mirarme, para que te puedas cubrir con mi vestido de luz y así comenzar de nuevo a caminar en este andar, hacia Aquél que nunca te hará esperar. Y no habrá ya nadie ni nada que nos pueda separar.

La escalera de la vida

A la vida se le puede comparar con una escalera, donde a veces se sube, a veces se baja y cuando se está arriba, sólo para apreciar lo material, el alma queda muchas veces sin tener ya que apreciar y tedioso es volver a comenzar, trabajando nuevamente sin descansar.
Pero diferente es escalar, para llegar a comprender lo que significa lo inmaterial y aunque se suba y se baje, el alma irá encontrando el sentido a su triste vida. Pero cuando la halla, estalla de alegría al cambiar el estado de su vida, quedándole sólo la triste pena por las demás almas, que se quedan sin ver lo que esta alma ve.
Y ahora ya no quiere ver nada de lo que la enfermó, porque triste es la que vive atormentada, como si nadara sin agua, quedando solamente en el vacío. Pero la que puso atención aprendió a distinguir bien, porque escuchó con el oído profundo lo bueno y lo malo y ahora sólo busca vivir en una mejor morada, porque ya discierne lo que le conviene.
Y aunque siga todavía subiendo y bajando, lo importante es que entendió el significado de este reino celestial y sólo piensa en amanecer temprano, para volverlo a ver desde su interior.
Y sin darse cuenta va dejando la vida material, donde sólo se trabaja para alimentar la vanidad, la cuál está muy lejos de que se pueda crecer en espiritualidad y así el alma seguirá creciendo hasta que ya no vuelva a subir y a bajar, porque sabrá ya lo que realmente de­sea, dejando la escalera que le sirvió mientras pensaba en la tierra.
Y por ha­ber visto después con otra visión superior, eso le sirvió para subir a la espiritualidad, llegando a la eternidad.